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El Poder del Optimismo

Uno de los mejores estados de ánimo que existen para crecer, evolucionar y progresar de manera plena en la vida es el optimismo. A través de él, juzgamos y actuamos en función de que todo lo que ambicionamos lograr como seres humanos es posible. Nos ayuda a observar, con foco y precisión, el universo de oportunidades y posibilidades que nos ofrecen, valga la ironía, los contratiempos y adversidades que se nos presentan a lo largo de nuestra existencia en este mundo, en cualquier ámbito. De igual manera, las personas optimistas saben y distinguen perfectamente que la mayoría de las cosas por las que se pre-ocupan casi nunca suceden. Andan siempre con una actitud entusiasta, generando, creando, estimulando y fomentando nuevas realidades, inclusive, asumiendo con profunda alegría su mundo personal, familiar, laboral y social. Además, actúan con positivismo, logrando con suma maestría encaminarse hacia el llevar una vida libre de tensiones innecesarias y muy enfocadas a conseguir de manera firme y decidida, las metas que se plantean. Definitivamente, el optimismo es un estado de ánimo tan poderoso, que muchas veces nos lleva a efectuar y realizar cosas consideradas como imposibles. A nuestro juicio, ser optimista es una filosofía de vida.

Se trata de elegir entre dos opciones: ser optimista o ser pesimista. El gran poeta y novelista libanés Khalil Gibrán decía: “el optimista ve de la rosa, la rosa y el pesimista, la espina”. Los pesimistas, esas personas que andan todos los días quejándose, de todo y por todo, no pueden llegar a ser ni medianamente felices, debido fundamentalmente a esos juicios profundamente arraigados de que el mundo es “muy duro, donde hay que luchar mucho, que nada ni nadie es bueno”. Son muy propensos a interpretar y comprender la realidad desde su lado más negativo, teniendo un alto grado de angustia, resignación y sufrimiento garantizado.

A veces, sin darnos cuenta, andamos con tanta gente negativa y triste, que nos olvidamos de caminar con los optimistas y los alegres. Cuidado, el pesimismo tiene una fuerte carga contagiosa ante la cual hay que estar en grande y permanente alerta. A los pesimistas, esos que andan siempre en el lamento, les encanta robar sueños.

En estos tiempos, de tanta conflictividad social y económica, es vital, prioritario, indispensable, primordial, no dejarse influenciar por el pesimismo. Tenemos que convivir con la confianza, todo cambia, se transforma y evoluciona. Nada, absolutamente nada, es permanente. Cuando una puerta se cierra, muchas ventanas se abren. Mejor aún, todos podemos llegar a desarrollar la capacidad para hacer frente a las adversidades, por más duras que sean y salir humanamente transformados y fortalecidos positivamente de ellas.

Optimista: disfruta de lo que hace, alegre, intenta siempre hacer las cosas de manera distinta buscando estimular su creatividad, cree y tiene confianza en sí mismo, su lenguaje es positivo, motivador, estimulante y generador de posibilidades, observa las adversidades como oportunidades, asume la responsabilidad de todas sus acciones sin buscar culpables, corre riesgos, genera y convive con los cambios, entusiasta, apasionado, divertido, dinámico, proactivo, jovial y de buen humor. Son de los que piensan y sienten: “vinimos al mundo a ser felices”.

«Tengo mi propia versión del optimismo. Si no puedo cruzar una puerta, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá» R. Tagore

Alonso Figueroa

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